La especialista en técnicas pictóricas, Rocío Bruquetas Galán, abrió en la jornada del día 11 de diciembre, en la Casa de Colón, el ciclo ‘Carmín de Indias. Rojo descolonial. Doscientos años de grana en Canarias’, un programa que revisa la historia material, cultural y descolonial de la cochinilla. Su ponencia, ‘Carmín de Indias. La laca de cochinilla en la pintura’, destacó la relevancia técnica, estética y simbólica de un pigmento fundamental para el arte virreinal y peninsular, y ofreció una mirada crítica sobre su uso histórico y su conservación.
Su investigación profundiza en el uso histórico de la cochinilla como pigmento. ¿Qué características técnicas la hicieron tan valiosa para los artistas virreinales y peninsulares?
La cochinilla americana, procesada como pigmento laca, fue ocupando posiciones relevantes en relación con otras lacas rojas de tradición europea anterior a medida que se fue implantando su uso en los centros textiles. Si bien en un principio se aceptaban con reservas, a medida que avanza el siglo XVII irán reemplazando a las otras y se empiezan a reconocer sus grandes ventajas en cuanto a intensidad de color.
En su trayectoria, ha trabajado estrechamente con la conservación de obras que contienen este pigmento. ¿Qué retos presenta la restauración de piezas realizadas con laca de cochinilla?
Las lacas en general son muy inestables a la luz y, aunque se utilicen con aglutinantes óleo-resinosos, que protegen las partículas más que otras técnicas, sufren decoloración después de estar un tiempo expuestas, un problema que es irreversible.
Desde un enfoque contemporáneo, ¿cómo cree que ha cambiado la percepción del carmín como material artístico en los estudios de conservación y en el discurso museográfico?
En la actualidad se atiende con mayor interés a la dimensión material de las obras de arte como un factor determinante para su lenguaje y su significado estético. El conocimiento preciso por parte de los artistas de los materiales y su comportamiento era paso obligado para lograr los objetivos expresivos deseados. Teniendo esto en cuenta, los proyectos museográficos de hoy día prestan más atención a los aspectos materiales y tecnológicos.
¿Qué diferencias principales encontró en el uso de la cochinilla entre talleres europeos y talleres americanos durante la época virreinal?
No hay gran variedad desde el punto de vista de la técnica, si se tiene en cuenta que el carmín de cochinilla se utilizaba como un pigmento rojo en las diferentes técnicas pictóricas y se explotaban sus propiedades de transparencia para trabajar con veladuras al óleo. Estos recursos se conocían en ambos lados del océano.
En el análisis científico de materiales pictóricos, ¿qué métodos han sido especialmente reveladores para estudiar la composición y comportamiento de la cochinilla?
No son técnicas muy accesibles habitualmente. Se utiliza la cromatografía en capa fina (TLC), o la cromatografía líquida de alta resolución (HPLC), que permite identificar cuantitativamente los componentes de los colorantes extraídos de los textiles.
Su ponencia propone una revisión crítica del pigmento. ¿Cuáles diría que son los principales mitos o ideas erróneas que persisten en torno a la cochinilla?
La calidad de su color depende de la especie animal de la que procede, pero también del proceso de obtención del colorante y de su fijado en un soporte para obtener el pigmento-laca, lo que aquí llamamos carmín.
Teniendo en cuenta la dimensión global del comercio de la grana, ¿cómo influyó su circulación en la creación de un lenguaje pictórico compartido entre ambos lados del Atlántico?
La difusión de la grana cochinilla se vinculó a los principales centros textiles tintóreos europeos, Flandes, Florencia, Venecia…, que serán los que fabricarán las mejores lacas rojas a partir de la rubia, el kermes y otros al principio, y después de la cochinilla. El lenguaje pictórico compartido obedece a muchas otras causas, pero la novedosa laca roja contribuyó a afirmar el lenguaje pictórico a ambos lados del océano.