En la misma vivienda en la que nació el 10 de octubre de 1884 situada en la ciudad de Moya, se encuentra la Casa-Museo que desde hace más de cinco décadas vela por salvaguardar la memoria del poeta modernista Tomás Morales y proyectar su obra literaria. Adquirida por el Cabildo de Gran Canaria en 1966, este centro que pertenece a la red museística de la Consejería de Cultura del Cabildo grancanario, se ha convertido desde entonces en un lugar señalado en el contexto de la difusión de la poesía insular.
El investigador y filólogo canario Guillermo Perdomo, tras recoger el testigo de su anterior predecesora, María Luisa Alonso (que se jubila en el año 2015), dirige la Casa-Museo Tomás Morales con la firme intención de situar tanto al Modernismo Canario como a uno de los principales representantes del modernismo español (o, más exactamente, del posmodernismo), en el lugar que corresponde.
Según señala Guillermo Perdomo, su etapa en la gestión de este espacio se ha caracterizado por dos apuestas decididas: “Por la difusión de Tomás Morales, su contexto y la creación literaria, especialmente la poética, y dirigirnos a un público escolar, al que estamos convencidos que podemos implicar desde diversas perspectivas. Y, por otro lado, fortalecer el discurso del museo con la incorporación de piezas singulares y la combinación de lenguajes diversos. Quizás, para adaptarnos a los tiempos tenemos que ir pensando en un mayor desarrollo tecnológico y, de forma singular, llevar el museo fuera de su espacio físico a través de distintas opciones”.
El director estima que “las Casa-Museos son espacios extremadamente sensibles que requieren de mucho mimo y mucho cuidado para su subsistencia. Y de eso se ha tratado tanto en la época anterior como en la actual, de cuidar el espacio y proyectarlo a la sociedad”.
¿A qué retos se enfrentan las nuevas generaciones en la dirección de los museos?
Evidentemente, no existe un solo discurso museístico. Dentro del panorama de museos hay una gran variedad por la temática, las dimensiones, la localización. Las Casa-Museo, por lo general, son espacios pequeños y con una temática inicialmente muy determinada; si a eso añadimos la localización, o el posible interés turístico, tenemos distintas estrategias para llevar a cabo la proyección del Museo. Una Casa-Museo de un poeta en un entorno rural requiere de un diseño estratégico importante y una definición de las líneas de actuación, si queremos llegar a potenciar y prestigiar la imagen de Tomás Morales, de su época y de la poesía canaria. Este sería el gran reto, que no es poco. Después sería seguir en la línea de ofrecer una oferta cultural alternativa en la Villa de Moya —y abierta para todo el contexto insular— de calidad como la que se ha venido impulsando hasta la fecha. Pero el futuro es mucho más tecnológico y quizás sea por ahí por donde haya que hacer un mayor esfuerzo.
¿Cuál cree que debe ser el papel de la Casa-Museo Tomás Morales y por ende de los museos en el futuro?
El papel de las Casa-Museo es mucho más concreto que el de otro tipo de museos. Conservar el patrimonio vinculado al poeta, ampliar la colección y difundir la figura del Tomás Morales, del modernismo, del contexto canario, de la poesía canaria. Lo que sí iremos cambiando es el cómo lo hacemos, pero cada vez tengo más claro que hay que salir de los espacios físicos, tanto a través de la tecnología como físicamente, para acercar el museo y llevarlo a los lugares que se nos requiera. En definitiva, sacar el museo a la calle.
La labor pedagógica del museo se constata en las múltiples actividades que realizan orientadas al alumnado. ¿Qué demanda la comunidad escolar?
El Departamento Didáctico del museo (DEAC) se está convirtiendo en una pieza fundamental con el desarrollo de actividades lúdicas y talleres significativos, que hacen que nuestras propuestas estén obteniendo mucha aceptación por parte de los centros educativos. Se trata de una tarea sumamente difícil porque accedes a un público heterogéneo. Por un lado, los docentes que son especialistas en la materia y por ello el nivel que se les brinde a sus alumnos y alumnas tiene que estar a la altura y, por otro lado, los escolares, que hacen una salida extraescolar y no quieren encontrarse con que se les ofrece contenidos similares a los que se imparten en el aula. Pues ahí radica la dificultad de la empresa, en la que hay que poner mucha magia para tener un nivel y prestar contenidos de forma amena y divertida, generalmente práctica, para que alumnos y profesores puedan vivir una experiencia satisfactoria de su paso por el museo.
¿Cómo es la relación del museo con los colegios?
Ahora mismo la relación con los centros educativos es excelente, muy positiva en ambas direcciones, porque interactuamos con ellos. A veces nos solicitan determinados talleres o actividades y podemos diseñárselos, otras, acuden a una amplia relación de talleres y actividades que ofertamos. Sí es verdad que debemos fomentar una retroalimentación con muchas de las propuestas que realizan los alumnos, que deberían llegarnos al museo para poder exponerlas, comentarlas o alojarlas en las redes, como dibujos, poemas, microrrelatos, caligramas, etc.
Quizás si les comentaran a los jóvenes que un confinamiento así ya se vivió en Las Palmas de Gran Canaria, los animarían a la lectura de Claudio de la Torre.
La casualidad que la reedición de ‘Verano de Juan el Chino’ la lanzó el Cabildo de Gran Canaria de la mano del responsable, entonces, de su Departamento de Ediciones, Jesús Bombín, con la finalidad de darlo a conocer en los centros educativos. En aquel entonces tuvo un éxito extraordinario puesto que la edición se agotó en poco más de dos años. Lo sé porque yo participé en ese proyecto. Hoy sigo pensando que el libro es excepcional y que las peripecias que nos cuentan sus páginas tienen mucho de maravillosas. Sin embargo, no sería yo quien recomendaría esta lectura precisamente para estas fechas, por dos motivos: necesitamos oír discursos esperanzadores y que nos alegren estos días de encierro, y comenzar con un libro en el que se grita: “¡Saquen sus muertos!, ¡saquen sus muertos!” no parece lo más sugerente y, por otro, porque Juan el Chino, por no sé qué arrebato se salta todos los controles sanitarios (y no es un ejemplo a seguir, claro está).
De todas formas, con el tiempo he aprendido que muchas veces prohíbes algo y es esa prohibición la que causa el efecto contrario, así que insisto, No lean ‘Verano de Juan el Chino’, y para reforzar la idea les haré un breve spoiler: “La epidemia del cólera fue tema de conversación durante algún tiempo. Después todo se olvidó” y quizás hayan sido esos olvidos los que nos tienen por aquí bastantes despistados con lo que está pasando.
¿Qué prefiere, que los ciudadanos se acerquen más al Museo o que el Museo salga al encuentro de los ciudadanos?
Estoy convencido que deberemos apostar por las dos opciones, pero la segunda se plantea como muy atractiva y desafiante.