- Dácil Manrique de Lara presenta en Canarias Cinema su ópera prima: una película en la que recupera la figura de su abuelo, en un tono íntimo con el que la directora también expone su propia trayectoria vital y personal
- La realizadora rescata un fragmento esencial en la historia del Arte Contemporáneo en Canarias, en una pieza alabada por la crítica y con una reconocida calidad visual y narrativa
Las Palmas de Gran Canaria, domingo 11 de abril de 2021.- La historia del Arte Contemporáneo en Canarias y la de sus propios protagonistas se sigue completando, aún hoy, en un ejercicio de descifrado voluntarioso, sorprendente y revelador de unas figuras cuyas obras, con el paso de los años y la apertura del conocimiento, tienden a conectar de manera más directa y genuina con la sociedad canaria. Parte de esa historia la integra también el trazo y la acuarela del pintor Alberto Manrique, quien en 1951 fue uno de los fundadores del grupo LADAC (Los Arqueros del Arte Contemporáneo), junto a Felo Monzón, Juan Ismael y Manolo Millares. Alberto Manrique fue el último de ellos: falleció en marzo de 2018, dejando tras de sí la estela y el legado de un artista brillante y lúcido en las diferentes manifestaciones de su trabajo. Su nieta, Dácil Manrique de Lara, le retrata en el intenso y personal largometraje El último arquero (2019), su ópera prima. Una película que aterriza ahora en el apartado de Canarias Cinema del Festival Internacional de Cine de Las Palmas de Gran Canaria.
El último arquero, sin embargo, no es un documental al uso sobre una figura del arte. Es una historia personal, porque Dácil se expone en el film para mostrar su peculiar conexión con su “abuelo-padre” y con su abuela, la violinista María Dolores (Yeya) Millares Sall. Manrique y Millares son apellidos que definen por sí solos parte del Arte Contemporáneo en las Islas, y el acercamiento tan emotivo a su entorno familiar no puede ser nunca baladí. Más, si la realizadora, pese a debutar en el género, viene avalada por una larga trayectoria profesional en entornos como los de la publicidad o el videoclip.
La motivación para emprender el rodaje “fue absolutamente personal”, explica la directora. “Tenía claro que quería hacer un largo, aunque no era fácil encontrar el tiempo. Y tenía todavía más claro que mi primera película debía ser un regalo para mi papá-abuelo". Además, mantenía bien presente que Alberto Manrique había participado como protagonista en iniciativas que han sido parte importante de la cultura canaria, como la revista Planas de Poesía o el citado grupo LADAC, que impulsó una estética y un concepto de arte abstracto y realidad fantástica en un contexto social tan abrupto como la dictadura.
Dácil Manrique de Lara bucea en su propia biografía para conectar con su familia. ¿Contenta con el resultado final? “Siempre creo que contenta no es la palabra para definir lo que siento. Un director de fotografía me dijo una vez que las películas no se terminan, sino que se abandonan. ¿Le podría haber dado más vueltas? ¿Incluir a otras personas? Sí. Aunque no era necesario. Sí que estoy satisfecha por poder haber hecho una película tan complicada, tan intimista, para la que no fue sencillo encontrar financiación. Satisfecha también por el hecho de que haya llegado tan lejos. Que estuviésemos en Toronto, que la película fuera a aquí y allá o que las críticas hayan sido tan buenas. Eso es una recompensa, aparte de dejar ese legado, esa presentación de mi abuelo”.
En efecto, El último arquero fue reconocida en la sección oficial del Toronto Hot Docs International Documentary Festival, y ha obtenido el aplauso de voces autorizadas en el circuito. Es cine documental en primera persona, con una cuidada realización y un ritmo que nos acerca a la mirada que expone la propia narradora y directora.
Lo cierto, apunta Dácil, es que “me interesaba muchísimo la historia de los arqueros. Cuando veo una obra pienso en el tipo de persona que la ha hecho. Obviamente existe la obra de todos estos pintores, y la de mi abuelo, claro. Pero muy poca gente tuvo la oportunidad de conocerlos. Esa era mi mirada”.
El personaje central, el pintor Manrique, tampoco tuvo una madurez sencilla: sufrió un infarto cerebral y perdió parte de sus recuerdos. El documental es, en esencia un regalo con el que su nieta pretende devolvérselos, en un conmovedor ejercicio cinematográfico. "Mi abuelo”, añade la autora, “era un revolucionario en su pensamiento”. Así lo refleja el film, en el que, entre otras cosas, se recoge su reflexión acerca del destino de un cuadro, y cómo quizás el museo no sea el mejor de ellos. Esto es, un espacio en el que la obra se expone a múltiples análisis, sin que llegue nunca a alcanzar el devenir tan pacífico e íntimo que podría brindarle cualquier salón familiar. Alberto Manrique “incluso decía que lo del ictus era en parte una suerte, porque se habían ido malos recuerdos que ya no le atormentaban. Su discurso ha tenido un importante simbolismo para mí”, señala la realizadora.
Sobre aquél grupo de artistas, Dácil cree que “en parte sí que he conseguido acercar al espectador el espíritu que tenían esos jóvenes. Aunque a veces tienes que elegir qué cosas se quedan y qué cosas se quedan atrás cuando haces la película. Es perfecto que el espectador conozca todo eso de una manera tan cercana. Algunos siguen aquí, otros se han ido. Mi abuelo era el último arquero, aunque también se podía haber hecho una película sobre todos ellos". En definitiva, y “desde una perspectiva histórica, sí que creo que ese efecto está logrado, y mejor contado que otros lugares de consulta que tenemos como referencia. Sí que era un documento vital para corregir algunos errores”.
Con todo, el pintor, o incluso una abuela llena de vida y expresividad (Yeya Millares), no son el tema central del largometraje. Su autora apunta cómo “esta película aborda la capacidad del arte para curar. Hablo no sólo de mí o mi familia, sino, por ejemplo, la familia de los Millares. Todos ellos eran artistas, y encontraron, a pesar del sufrimiento, un lugar de crecimiento con el arte”.
En el desarrollo de la realización Manrique de Lara conviene en que “he aprovechado mi experiencia profesional”. Siempre en torno a la imagen, porque “lo visual, desde pequeña me ha llamado la atención. La composición, el color, la fotografía… me interesan mucho. La luz natural me gusta muchísimo, y también los claroscuros que se generan. Mi abuelo me dio también esa educación en el arte, además de en muchas otras cosas. Desde muy chiquitita me ponía libros de arte encima en las manos, y ya jugaba a adivinar de qué pintores eran los cuadros que veía”.
Aunque El último arquero no fue una empresa sencilla. “Tenía medios mínimos”, recuerda Dácil. “La película empecé a rodarla sola: agarré mi Canon 5D, y arranqué. Tenía poquito, pero a veces también poquito es también bendito, porque sacas partido de lo que tienes. Sí que es verdad que utilice ópticas muy buenas, y eso se nota”.
La ópera prima de Dácil Manrique de Lara es seleccionada para Canarias Cinema justo en un momento en el que su autora se ha vuelto a asentar en las Islas, después de 24 años trabajando en Madrid. “Soy amante un cine más independiente, de un cine más de autor, y eso me gusta muchísimo del Festival”, apunta. No sin añadir que “me ha sorprendido mucho la selección que hay en Canarias Cinema en esta edición. Me parece que es un año épico, por la tremenda calidad de las películas que hay. Me siento súper afortunada de que la mía esté entre ellas”.
El último arquero se proyecta a las 12:00 horas de este lunes 12 de abril, en la Sala Cinesa 9 del Centro Comercial El Muelle. A las 17:00 horas se ha programado un pase con público con la presentación de Dácil Manrique de Lara. El acto está sujeto a las correspondientes medidas de seguridad para combatir la propagación de la COVID-19, siendo obligatorio el uso de mascarillas y el respeto de la distancia social en las proyecciones.