El escritor ofrece una charla en la Casa-Museo Pérez Galdós, el día 29 de abril, a las 19:00 horas, enmarcada en el programa ‘Abril-Libro’
Las Palmas de Gran Canaria, 28 de abril de 2021.- El escritor tinerfeño Ramiro Rosón profundizará en el sentimiento del absurdo y la burocracia moderna europea que aparecen en ‘Miau’, de Benito Pérez Galdós y en las novelas ‘El castillo’ y El proceso’, de Franz Kafka, con historias que describen a personajes que chocan con la arbitrariedad del poder. “Los personajes de las tres obras tratan de escapar a la injusticia, pero tienen un final trágico. Son víctimas de la sociedad”, señala.
En su conferencia titulada ‘Galdós en el castillo de Kafka: La burocracia moderna europea y el sentimiento del absurdo en su obra’, que tiene lugar el 29 de abril, a las 19:00 horas, en la Casa-Museo Pérez Galdós, Rondón formulará un paralelismo entre estas tres noveles y hará hincapié en que estilísticamente Kafka y Galdós tienen diferencias significativas, ya que Galdós, al ser un realista declarado, le hace guardar siempre fidelidad a los hechos históricos y a las costumbres, mientras que Kafka utiliza más lo simbólico y lo misterioso.
Sin embargo, el rasgo similar se produce en la descripción, por ejemplo, del mundo de la administración y de las penurias de los protagonistas de las novelas. “Ambos saben crear atmósferas inquietantes, de angustia y de tensión. Incluso el escritor grancanario describe en uno de los pasajes de ‘Miau’ cómo funciona el Ministerio de Hacienda y dice que ni Dante, ni Quevedo habrían imaginado en sus obras una atmósfera semejante como la que se respira en ese lugar. Lo equipara a una especie de fábrica infernal dedicada a producir expedientes administrativos y de alguna manera se aproxima a los ambientes tenebrosos que describe Kafka en el algún momento”, explica.
En ‘Miau’, detalla, aparece el personaje de Ramón Villamil, un hombre que alrededor de la década de 1840 entra en el Ministerio de Hacienda español y es cesado repentinamente por los cambios políticos que ocurren en el Gobierno hacia 1870.
Rondón recuerda que en esa época “se alternaban progresistas y conservadores en los gobiernos, no había un sistema de oposiciones de acceso a la administración pública como en la actualidad y los funcionarios no eran inamovibles Ocupar un puesto dependía del favor personal y de la afinidad con los políticos de turno y Ramón Villamil tiene la mala suerte de que lo cesan cuando solo le quedan dos meses para jubilarse. Él se ve en una situación desesperada económicamente, ya que tiene que solicitar favores a sus amigos, pedirles préstamos o simplemente pedirles donativos porque la situación de su familia es mala, con el agravante de que las mujeres viven pensando en las apariencias y en el qué dirán”, detalla.
Por su parte, ‘El castillo’ cuenta la historia del personaje K, que se supone que es un trasunto del propio autor, que llega a un pueblo y se presenta como agrimensor, una persona que se dedica a medir propiedades. “Él quiere ser reconocido oficialmente por la burocracia que gobierna ese poblado que se encuentra en una especie de castillo o palacio donde trabajan los funcionarios. Trata de entrar en ese castillo y de hacer todos los trámites necesarios para obtener ese reconocimiento, pero finalmente no lo consigue, es la historia de un fracaso, igual que Ramón Villamil intenta ser readmitido en el Ministerio de Hacienda y espera que algún día salga su nombramiento en la Gaceta, que era el equivalente al actual Boletín Oficial del Estado”, asegura Rondón.
En ambas novelas hay una lucha por el ascenso social, porque Ramón Villamil está tratando de obtener un puesto mejor, ya que si se jubila lo hará con la pensión del máximo puesto que ocupó en la administración pública, mientras que K también quiere ser reconocido como agrimensor. “Hay una lucha por el ascenso social y por el afán de justicia, porque sus personajes quieren que se reconozca aspiraciones que ellos entienden como justas y legítimas, pero chocan con un poder que funciona con reglas arbitrarias”, especifica.
“Kafka no sitúa sus historias en una época concreta, es más simbólico, más atemporal, pero podríamos ubicarlo en la segunda mitad del siglo XIX, en la época del imperio austrohúngaro, a diferencia de Galdós que es muy realista y ofrece datos concretos”, asegura.
En su intervención Rosón hará referencia a cómo la burocracia era muy importante en la época de este imperio. Al ser un territorio extenso, que abarcaba Austria, Hungría y varios países más como República Checa, donde nació Kafka, necesitaba una burocracia consolidada. “A diferencia de lo que ocurría en España, donde la administración era manifiestamente corrupta y tenía fama de corrupción generalizada y sistemática, en el imperio austrohúngaro tenía fama de ser honrada y seguidora de las normas, pero esas normas eran arbitrarias y eran un vehículo para situaciones injustas, para violar los derechos de la población y simplemente cumplir los intereses de las clases superiores, de la nobleza y burguesía, de quienes están en el poder. Ambos autores se parecen en describir la arbitrariedad del poder”, resume.
Y la novela ‘El proceso’ tiene también similitudes, porque el protagonista Josef K, otro trasunto de Kafka, es imputado en un proceso penal sin saber de qué se le acusa. En la historia trata de llevar a cabo diversas gestiones para poder escapar al proceso, incluso habla con un sacerdote que forma parte del tribunal, pero no consigue su objetivo, detalla.
Sobre Kafka, Rondón explica que no fue un escritor muy prolífico y que su obra es muy compleja y poliédrica. En obras como ‘La metamorfosis’, que ha tenido mucho éxito, plantea la posibilidad de aproximarse al mundo del inconsciente, de nuestros temores y angustias, esa parte oscura que está en nuestro interior que tenemos que conocer y dominar de alguna manera para poder vivir en equilibrio con nosotros mismos.
“Kafka también aporta una visión muy crítica de la sociedad de su tiempo. No hace expresamente realismo social, pero de alguna manera describe los males de su época. Incluso en novelas como ‘El proceso’ yo percibo una premonición de lo que va a ser el Holocausto, porque el protagonista es juzgado sin saber de qué delito se le acusa. Recuerda mucho al destino que sufrió el pueblo judío”, detalla.
De Galdós destaca la actualidad de su obra. “Creo que nos permite seguir comprendiendo la sociedad española. Hay cosas que han cambiado, como que los funcionarios no entran a dedo en la administración, salvo casos de corrupción extrema, pero sí permite entender cómo sigue funcionando la política, la lucha por el poder y los entresijos del Estado. Galdós, en muchas ocasiones, muestra esa obsesión por las apariencias, que de alguna manera permanece vigente en nuestra sociedad. Nos ayuda a entender cómo somos los españoles”, concluye.