Un proceso volcánico produce la modificación de la orografía y la desaparición de la totalidad de los bienes y del propio suelo, que resultan sepultados por la lava. Tal situación nos coloca ante un gran reto como pueblo: tener la capacidad de aprovechar esta dramática situación para revertirla y plantear una reconstrucción alternativa, realizada desde un modelo de mayor eficacia y sostenibilidad ambiental y económica.
Tal posibilidad obliga a los poderes públicos a adoptar medidas administrativas y jurídicas, de carácter excepcional, necesarias para la reconstrucción desde un nuevo modelo basado en la refundación de los núcleos tradicionales de población; localización espacial de las actividades económicas del sector primario, fundamentalmente de las explotaciones agrarias y ganaderas, mediante un modelo ecológico integrado, y determinación de las áreas de actividad económica desde criterios estratégicos, reservando suelos de oportunidad para la actividad turística, así como para los equipamientos y dotaciones necesarias.
A nadie se le oculta que la erupción del volcán de Cumbre Vieja ya ha producido de manera directa la destrucción de edificaciones, infraestructuras básicas y servicios, de medios de producción y empleo, además de provocar la desaparición de comunidades completas, de difícil o casi imposible recuperación tal y como las conocimos.
Por otra parte, también se está produciendo una gran cantidad de efectos inducidos de alcance insular, afectando de manera singular a toda la estructura productiva y, por tanto, condicionando su recuperación, pues estos problemas no solo afectan al área directamente arrasada por la lava, sino a toda la isla, tanto por los efectos de las cenizas como por los enormes desequilibrios provocados en una economía con múltiples problemas estructurales.
Sin embargo, desde el esfuerzo colectivo debemos ser capaces de entender la actual situación como una oportunidad de singulares características, ya que la obligada “reconstrucción” debería conducirnos a reflexionar sobre el necesario y deseable cambio estructural de algunas de las claves de la sociedad palmera, para recuperar la esperanza en el futuro y resurgir de las cenizas, ofreciendo a las familias que lo han perdido todo, o casi todo, un nuevo proyecto de vida. Para ello hay que impulsar un Plan de Reconstrucción y Reactivación Económica que debe tener entre sus objetivos:
- La decidida reconversión de la agroindustria palmera, más acorde con la realidad del mercado actual para ser más competitivos.
- Impulsar la reconstrucción racional de determinadas infraestructuras básicas fundamentales para determinadas zonas estratégicas de La Palma, y en general para la isla, relacionadas sobre todo con la movilidad, el ciclo del agua y el de la energía.
- Impulsar definitivamente el desarrollo de la actividad turística, que cuenta ya con un modelo propio.
- Reconducir determinadas dinámicas de ocupación territorial y sus infraestructuras básicas.
- Y, sobre todo, aprovechar la necesidad existente durante los próximos años para la creación de empleo de cierto valor añadido, impulsando la economía circular y la llamada economía azul y la apuesta por un nuevo modelo energético basado en las energías renovables, para lo que será imprescindible desarrollar cuanto antes un programa de formación específico.
Además, en la actual situación será necesario tener presente que, desde una visión estratégica, son dos las líneas de intervención a las que que hay que dar respuesta en el corto y medio plazo, consecuencia directa de las nuevas y urgentes necesidades que han aparecido:
- La gestión racional de los problemas derivados del gran desplazamiento poblacional producido, para evitar que La Palma se convierta en una “isla vaciada”, con la creación de nuevos núcleos o ampliación de los existentes, garantizando equipamientos de proximidad y servicios básicos.
- La necesaria creación de empleo ante la importante destrucción directa de numerosos medios de producción que, por otra parte, será fundamental para poder abordar una reconstrucción efectiva. Esto se traduce en la necesidad de incorporar programas específicos de formación, especialmente importantes en cuanto a los oficios y labores relacionadas con el sector de la construcción y las obras públicas que hay que reconstruir.
Es en este escenario en el que la planificación del espacio asignado para la reconstrucción habrá de atender a los siguientes criterios:
- Se ha de apostar, desde el momento inicial de la reconstrucción planificada, por un sistema de prevención, altamente eficaz, que permitiría definir un modelo de reconstrucción sostenible sobre un territorio vulnerable como consecuencia del riego volcánico latente.
- Consecuentemente, como primer paso, habrán de determinarse las zonas del territorio insular sepultadas por las coladas lávicas que han de ser preservadas por razones de índole ambiental y/o científica, así como aquellas otras que deben ser declaradas susceptibles de transformación e implantación de los usos que han desaparecido por la actividad volcánica, o bien de otros nuevos que se determinen en la planificación de la reconstrucción.
Sin perjuicio de la existencia de tubos y otras singularidades volcánicas que aconsejen su protección, la superficie del manto de lava determinado para la reconstrucción ha de considerarse como soporte territorial para acoger las actividades económicas, infraestructuras, equipamientos y servicios, cuya implantación ha de sustentarse en la planificación territorial y urbanística del nuevo espacio, debidamente articulada con el entorno inmediato.