- La muestra SREC se inicia en el Teatro Víctor Jara de Vecindario el día 2 de noviembre, a las 19:30 horas, con la proyección de ‘Aunque es de noche’, Goya al Mejor Cortometraje de Ficción 2024, y de otros catorce trabajos
- David Casas, productor del multipremiado corto dirigido por Guillermo García, presenta el trabajo de 15 minutos, rodado en la Cañada Real de Madrid
31/10/2024.- Todo está listo en el Teatro Víctor Jara de Vecindario para que el día 2 de noviembre, a partir de las 19:30 horas, los aficionados al cortometraje puedan darse un festín en una de las citas señaladas dedicadas a este formato que se celebran en Canarias, la Muestra de Cortometrajes San Rafael en Corto (SREC), que este año cumple, nada más y nada menos, que 20 años de existencia.
Impulsada por la Asociación Cultural Canaria Gran Angular el citado evento viene desde 2005 convirtiendo el municipio de Santa Lucía de Tirajana en epicentro del cortometraje. Su 20º edición, dedicada al cine y al cambio climático, proyectará hasta el día 8 de noviembre, un total de 104 cortometrajes en el transcurso de las diez sesiones que contempla su programa, entre los que figura ‘Aunque es de noche’, del director madrileño Guillermo García, que obtuvo este año el Goya al Mejor Cortometraje de Ficción, y que inaugura la primera sesión de proyecciones del programa del festival el día 2 de noviembre, junto a otras catorce propuestas de realizadores y realizadoras canarios, peninsulares, argentinos, chilenos, cubanos y uruguayos.
Con el productor, David Casas
El productor de ‘Aunque es de noche’, David Casas, estará sobre el escenario del Víctor Jara para presentar este trabajo y para mantener un coloquio con el público, tras el que se proyectará primera batería de cortometrajes. Antes serán inauguradas las dos exposiciones tituladas ‘Gran Angular en los conflictos olvidados’ y ‘Nuevos creadores 2024’, tras las que se llevará a cabo a las 20:30 horas el estreno de la performance de danza ‘No a la guerra’.
Como se recordará, en octubre de 2020, la compañía Unión Fenosa cortó el suministro eléctrico a los sectores 5 y 6 de la Cañada Real Galiana, una antigua vía pecuaria madrileña que desde los años 60 del pasado siglo comenzó a ser ocupada, primero por huertos y después por viviendas, todo ello de manera irregular, y en la que en 2020 habitaban, sólo en esos dos sectores, unas 4.000 personas, de ellas casi 2.000 niños. En 2015 el cineasta madrileño Guillermo García estaba rodando ‘Frágil equilibrio’ (mejor documental en los Goya 2016) cuando entró en contacto con familias de la Cañada que estaban siendo utilizadas por fondos buitre para ocupar casas de protección oficial, antes habitadas por personas desahuciadas por esos mismos fondos.
García define la Cañada Real como “un lugar extremadamente desplazado, un mundo absolutamente al margen de todo, que está a tan solo 15 minutos del centro de Madrid. Allí vi muchísimas familias humildes, de clase trabajadora, que luchan por ser consideradas, por ser vistas”. Hasta 2019 no se puso a trabajar de manera constante en esa zona, donde poco después comenzó a realizar talleres de cine para niños y adolescentes. “Siempre dejé claro que tenía la idea de hacer una película, pero no saqué una cámara hasta pasados dos años”.
En ese paraje, a la luz del fuego, el corto narra la relación de amistad de Toni, un chico gitano de trece años, y el magrebí Nasser, quien espera marcharse para siempre de la Cañada Real. Entre leyendas sobre un posible futuro, Toni captura los últimos momentos con su amigo e intenta encontrar la forma de quedarse conectado a él.
Fruto de esa singular estancia en el poblado es este cortometraje que materializa la colaboración entre el director y la cineasta israelí Inbar Horesh, y se basa en personas reales de la Cañada. “Los conflictos que atraviesan a los personajes, sus emociones, su forma de expresarse, los acontecimientos de la historia, la leyenda que cuenta la abuela de Toni… Son cosas que he visto y escuchado allí”.
La idea de rodar un corto en la Cañada Real surge tras observar y entender que las imágenes que se difunden de este barrio marginal eran "paternalistas" y "miserabilistas", describe García. Cuando llegó por primera vez, el realizador quedó impactado al comprobar cómo un lugar con tantas diferencias sociales y económicas estaba "tan solo a 15 minutos del centro de la capital de España". Este hecho, que le "emocionó profundamente", le animó a mostrar con su cámara "cómo resisten", gracias sobre todo a "una vitalidad luminosa que les permite vivir en las sombras", señala.
El cineasta se refiere al equilibrio que tuvo que afrontar a la hora de retratar la cruda realidad y no ofrecer una edulcorada imagen de la pobreza: “Lo primero es el cómo. Todos tenemos ideas preconcebidas. La cuestión es cómo lidiamos con ellas, con la conciencia de clase, el privilegio, la autocrítica… Todo es muy complejo. También hay que gestionar el dolor, porque cuando tú quieres acortar la distancia, el dolor de la gente te atraviesa y eso hay que aceptarlo, quererlo y abrazarlo. Si mantienes una distancia demasiado prudente con el dolor, éste no te atraviesa y te quedas fuera”, confiesa. “No quería que fuera una película didáctica. Yo no soy nadie para enseñar nada a nadie. La vida es tal cual es y si el cine es capaz de aproximarse a la vida, el espectador inteligente puede extraer sus propias conclusiones, igual que cuando observa la vida por la calle. Lo que refleja la película es tiempo, tiempo a nivel práctico, un montón de tiempo para estar ahí. Al final, el tiempo es muy valioso, sobre todo porque es lo que me permite convivir y dejarme atravesar por la realidad que estoy filmando”.