Este domingo Gáldar despidió a su más destacado “luthier”, al maestro Juan Aguiar Díaz de cuyas manos han surgido numerosos instrumentos musicales y la reparación de tantos timples, bandurrias y guitarras que hoy llorarían su pérdida con los sonidos de la tradicional música canaria.
El alcalde de la ciudad, Teodoro Sosa Monzón, expresó sus más sentidas condolencias al conocer la triste noticia de su fallecimiento y le ecordó cariñosamente cuando, recientemente, informó a su familia de la merecida propuesta de distinguir al maestro don Juan Aguiar con la Pintadera de Oro de la Ciudad, recibiendo este honor con gran orgullo y afecto hacia su ciudad.
Un reconocimiento a toda su vida personal y profesional que se le brindará a título póstumo en el mes de julio, en la festividad del patrón Santiago.
Muchos de los grupos folclóricos, solistas y agrupaciones musicales de esta ciudad y de la comarca norte recordarán también para siempre el sonido de los cientos de instrumentos que aportó a la música canaria, provistos de una gran calidad y sonoridad propias.
Y es que Juan Aguiar construyó instrumentos para componentes de afamados grupos de la talla de Gofiones, Mestisay, Verode, Granjeros, Cebolleros, Faycanes, Cuasquías, Princesa Guayarmina, Tirma Guiense, Rondalla de Pulso y Púa Tomás Morales, Estrella y Guía, Altahay, Raíces de Tajinaste, Atidamana, Noroeste Guiense, Atazaicate, Sancochos, entre otros tantos, aunque hoy sus trabajos se encuentran diseminados por todas las Islas, península y parte del extranjero.
Algunos grupos, como Mestisay en sus inicios, Sancochos o Pulso y Púa Tomás Morales, llegaron a disponer de una instrumentación elaborada en su integridad por el luthier norteño.
Clemente Reyes, componente de la agrupación musical Facaracas recordaba en la cariñosa y emotiva semblanza que le dedicó al artesano en el Festival de esta agrupación, cómo descubrió este oficio y los años de trabajo a esta labor aprendida en las carpinterías de su Gáldar natal.
Síntesis de la Semblanza realizada por Clemente Reyes
Nació en 1936 en el seno de una familia de agricultores modesta del municipio de Gáldar, formada por el matrimonio entre Benito Aguiar y Rafaela Díaz. Su vida laboral se iniciaría muy pronto, acuciada por la situación familiar y por la persistente escasez propia de la época de postguerra española. Sería con apenas diecisiete años cuando se incorporó al trabajo en la carpintería de Manuel Sosa, en el barrio de Marmolejos, pero antes ya había realizado faenas agrícolas y duros trabajos mal pagados en la labranza. Algunos años más tarde, otro carpintero de la zona, José Mendoza, se fijó en el joven y le ofreció un contrato. En su nuevo taller trabajó duramente para aprender la profesión que adoraba. Aguiar aprendió a usar las máquinas y se formó en el oficio.
Durante su estancia en Becerril, donde prestó servicios en la manufactura maderera de José Rios, compartió trabajo con otro gran carpintero galdense y conocido constructor instrumentista, a quien Aguiar admiraba como profesional, D. José Pérez Melián. Ambos guardaban vecindad con la barbería de Mireles quien, además de barbero, era un hábil timplista enrolado en las filas de la rondalla Princesa Guayarmina. Mireles no se cansaba de insistirles a ambos para que se dedicasen a construir timples .
Un buen día se animó y más por curiosidad que por vocación, se decidió a fabricar un timple, provisto de un tronco de nogal, traído desde Juncalillo, comprado en El Agazal y trasladado a duras penas sobre su bicicleta hasta el pago de Becerril. Ahí comenzó la andadura de Juan Aguiar como constructor de instrumentos.
Un acontecimiento fortuito sucedido años más tarde cambiaría para siempre la dedicación profesional de Aguiar. Durante una de las tantas serenatas otrora tan comunes en el Norte, en la que participaba un grupo de folkloristas guienses, integrado por Perico El Barbero, Pepito El Rubio, José El Cubano y otros, cayó al suelo la bandurria de Pedro Mendoza, sufriendo daños de consideración. Aquel instrumento había costado no pocos sacrificios a su propietario, quien ahorró durante meses para adquirirlo a su constructor, el no menos célebre Angelito Rodríguez Guerra, natural del pago de Fontanales.
Contaba Aguiar con tan solo veintidós años cuando recalaron por su taller los dos apenados folkloristas, Pepe El Cubano, grandísimo tocador y Perico El Barbero, púas ambos procedentes de la Agrupación Princesa Guayarmina. Pretendían los músicos que el galdense reparase la siniestrada bandurria, cuya caja armónica estaba destrozada. Aquella reparación había sido dada por imposible por su propio constructor -Angelito- quien rechazó el encargo. Juan Aguiar opinaba igual, pero ante el altísimo valor sentimental de la bandurria y la reiterada insistencia de los amigos, decidió armarse de paciencia y, aún a riesgo de fracasar en el intento, probó suerte sin dar muchas esperanzas a los músicos. Al finalizar su jornada laboral como carpintero, se quedaba en el taller armándose de cariño y dedicando a la bandurria su escaso tiempo libre y una paciencia infinita. Así, extrayendo las astillas una a una, logró retirar todos y cada uno de los restos deteriorados de la caja. Echó mano del viejo trozo de Nogal, cortó, cepilló, ensambló y se dispuso a fabricarle una nueva estructura al maltrecho instrumento. Una vez armada, la lijó y enlució con tanto esmero que la bandurria parecía recién salida de fábrica. Cuando días más tarde llamó a Perico para que le trajese cuerdas nuevas, el propietario no se lo podía creer. Acudió a presenciar el milagro y una vez que Pedro Mendoza tuvo la bandurria en sus manos sólo le faltó llorar. Tanto fue así que se desplazó a Las Palmas para que D. Ángel Guerra viese en persona la proeza del carpintero norteño, quien no daba crédito al prodigioso resultado.
Desde aquel momento comenzaría a difundirse por los rincones musicales del Norte la fama de Maestro Juan, quien construiría cientos de instrumentos de cuerda: Guitarras, Guitarras bajas, Guitarrones, Requintos, Bandurrias, Mandolinas, Mandolas, Laúdes, Laudines, Timples, Contras, Cuatros, Prims, Vihuelas, Bandolas entre otros.Reparó multitud de cordófonos, entre ellos algunos tan singulares como la primera guitarra con que se dio a conocer el popular cantante guiense Braulio. Construyó una guitarra baja para uno de los mayores guitarristas grancanarios, el ingeniense Blas Sánchez. También llegó a fabricar dos Prims, réplicas de un instrumento de Juan Gutiérrez traído de Europa, cuya afinación se desconocía aquí, de modo que se afinaban de igual modo que la Mandolina. Su inquieta mente no dejó de innovar, al punto de confeccionar una guitarra sin boca o tarraja en su tapa armónica.
Casó a los veintiocho años con Francisca Santana Delgado, matrimonio del que nacieron sus cuatro hijos Ángel, Jorge, Samuel y Nieves. Pero, aunque todos tuvieron gran aptitud para la música, ninguno quiso seguir con la tradición profesional del veterano constructor. Así en 1979 dejó la carpintería para abrazar definitivamente la luthería hasta el fin de su vida profesional.
Con el fallecimiento de su esposa, en julio de 2005, se vino abajo su ánimo y perdió la ilusión por la profesión que durante muchos años le otorgó notoriedad y a la que entregó todo su tiempo y energías. Hablar de Maestro Juan Aguiar es hablar de una personalidad en la confección de nuestros instrumentos tradicionales de cuerda y es raro el grupo donde no figuren varias de sus elaboraciones.
Este modesto artesano, enemigo declarado de la notoriedad, pasó toda su vida profesional intentando alcanzar la perfección con sus instrumentos, siendo consciente de que la luthería no es una ciencia exacta. Así, dos instrumentos realizados con idénticas maderas, iguales moldes y procedimientos similares nunca suenan igual, de ahí la gran complejidad de este difícil arte, en cuya práctica muy pocos han destacado. Quizá la virtud más sorprendente de este hombre fuera que sin tener conocimientos musicales ni tocar instrumento alguno, fuese capaz de construir de forma totalmente autodidacta todo tipo de cordófonos, alcanzando unos niveles de calidad excepcionales. D.E.P.