- La profesora de la ULPGC reclama más atención hacia este modelo agrícola empleado con ingenio para salvar y explotar la accidentada orografía de las Islas
Debido al accidentado relieve orográfico de las Islas Canarias, sus agricultores se han visto obligados a construir un amplio y sofisticado sistema de bancales para poner en cultivo territorios que de otro modo no hubiera sido posible explotar. A ese singular sistema de cultivo que salpica los paisajes de casi todas las islas se la conoce en el exterior con el calificativo de explotación agraria heroica.
La profesora de la ULPGC, Lidia Esther Romero Martín, que considera que esta ingeniosa modalidad constituye una seña identitaria de Canarias de un inmenso valor paisajístico y etnográfico, se referirá al valor cultural de las terrazas o bancales en la conferencia que impartirá el día 23 de octubre, a las 19:00 horas, en la Casa-Museo León y Castillo de Telde, en el marco de la IX edición de las Jornadas de la Cultura del Agua, con la ponencia titulada ‘Bancales en el paisaje del agua en Canarias’.
Estos sistemas que históricamente se han adaptado a las condiciones de terreno modelando el paisaje desde la costa a la cumbre y que han garantizado la superficie de cultivo, vinculan la actividad humana con la gestión del territorio en una continuada acción antrópica que se ha sucedido de generación en generación. “En los últimos 50 años hemos cambiado nuestro tradicional modelo productivo por el urbano-turístico, lo que está provocando no sólo la pérdida de unos saberes y conocimientos relacionados con el campo, sino la paulatina desaparición de unos paisajes de una gran belleza y valor cultural”, señala la profesora, coordinadora y docente en el master de Patrimonio Histórico, Cultural y Natural de la Facultad de Geografía e Historia y miembro del equipo de investigación de Geografía Física y Medio Ambiente.
Romero Martín coordinó precisamente algunas de las sesiones de trabajo que se celebraron en el contexto del IV Congreso Mundial de Territorios de Terrazas y Bancales que tuvo lugar en La Gomera, en la que profesionales y científicos de muchas disciplinas (arquitectos, geógrafos, ingenieros agrónomos, economistas, antropólogos, etc…) y lugares del mundo, prestaron especial atención a los paisajes agrícolas de los territorios de la Macaronesia.
Mucho olvido y abandono
La profesora lamenta que la situación de muchos de esos paisajes agrícolas en Canarias sea de “mucho olvido y abandono. El 40% de las unidades de terrazas que apreciamos en el tramo inferior de la cuenca del Guiniguada, por ejemplo, tiene un grado de deterioro medio y alto”.
Por ello cree que “hay que poner en valor este tipo de sistemas realizando una tarea de campo de investigación rigurosa con las poblaciones locales herederas de las culturas campesinas, para luego proponer un plan de recuperación integral de los mismos”. Romero, que colabora con el programa de promoción del patrimonio de los pueblos de Canarias a través de las personas mayores denominado ‘Sabios guías intérpretes’, de la Fundación Lidia García, advierte que la explotación agrícola de las laderas en bancales existe en todas las montañas del mundo, aunque en Canarias cada isla, e incluso municipio, mantiene tipologías diversas y reciben nombres distintos: cadenas, bocaos, cercados, huertos… Hay bancales en la cumbre, en la costa, en las medianías, en el norte y en el sur, asociados a diferentes tipos de cultivos y condiciones ambientales distintas. En Fuerteventura conocemos la gavias o los arenados típicos de La Geria en Lanzarote, mientras que en Tenerife, algunos de sus viñedos situados hasta los 1.700 metros de altura, se distribuyen en paratas”.
Lidia Esther Romero Martín subraya que “cada vez somos más personas habitando las Islas. Sobrepasamos los dos millones de habitantes sin contabilizar los más de catorce millones que nos visitan anualmente. Tenemos que apostar por la soberanía alimentaria y el sector primario, aunque sea imposible que podamos subsistir con lo que cultivamos en las Islas. Observo un repunte regeneracional en la ocupación agraria debido a iniciativas familiares surgidas en zonas de Fataga, Las Tederas, Tunte, Temisas, Juncalillo, Barranco Guiniguada o Santa Brígida, por ejemplo, o en políticas institucionales como el Banco de Tierras abandonadas que promueve el Cabildo grancanario a través de la puesta en activo de los bancos de agrodiversidad de bancales abandonados”.
Mitigar el cambio climático
La riqueza cultural de este tipo de bancales aglutina manifestaciones folclóricas y artesanales, de ahí su alto valor patrimonial. “No tenemos más que leer los relatos de los primeros viajeros británicos y franceses que llegaron a las Islas, para descubrir que fueron los primeros precursores de la industria turística hablando de la riqueza paisajística y natural que encontraron en el Archipiélago y poniendo en valor la vestimenta, los alimentos, las tradiciones… Historiadores, antropólogos o geógrafos tenemos mucho por hacer en el empeño de trasladar este patrimonio a la sociedad y a la escuela. Se trata de valorar una información que puede sernos útil para afrontar retos que se nos planteen de cara al futuro, como los efectos del cambio climático. El método de los bancales permite, por un lado, salvar los terrenos laderados, aumentando la superficie cultivable, y por otro, la conservación del suelo, sobre todo en las zonas de regadío, donde la eliminación de la pendiente y la utilización de muros evitan el arrastre de tierras y posibilitan una mejor dosificación de las aguas pluviales”, agrega la profesora, miembro también del Instituto de Oceanografía y Cambio Global de la ULPGC.
“Además, en nuestros bancales, aunque no todos posean la calidad agrológica alta, se puede cultivar prácticamente de todo. La condición de islas montañosas nos permite todo tipo de climas. Sin salir de la cuenca del Guiniguada tenemos una gradación altitudinal de cultivos importantísima y se han descubierto semillas milenarias de centeno y cebada en bancales de la zona de Tejeda”, añade la especialista que ha trabajado en aspectos relacionados con las consecuencias ambientales del abandono de la agricultura y muy especialmente en lo concerniente a las pérdidas de suelo y de patrimonio tangible e intangible que se relaciona con éstos tipos de paisajes culturales.
Para Romero, la isla de La Gomera es la que mejor conserva el legado de este tipo de construcciones artesanales propias del sistema agrícola. “Es montañosa, pequeña y profusamente abancalada. Algunos de sus bancales son auténticas obras maestras con sus paredes y sillares de rocas delimitando el paisaje, habilidosamente situadas desde hace más de un siglo sin el uso de argamasa.