El comisario de la gran exposición que se exhibe en la Casa-Museo del escritor pone al día su contribución como el hombre más importante de la cultura española hasta 1920
M.C.
Un conjuro es una fórmula mágica, un hechizo que se recita o escribe para conseguir algo que se desea. A veces aparece en las primeras páginas de un libro, convertido en dedicatoria, quizá destinado a convertirse en profecía, porque, como decía Borges: ¡Qué misterio es una dedicatoria, una entrega de símbolos!
“A Germán, galdosiano de la nueva generación”. Es lo que escribió Ricardo Gullón para su hijo, en la hoja de cortesía de su libro, “Galdós, un novelista moderno” que puso en circulación la Editorial Gredos en 1957.
Germán Gullón tenía entonces solo cinco años y, con el paso del tiempo, aquella profecía en forma de dedicatoria se hizo realidad. Catedrático de Literatura española en universidades de EE.UU, Holanda y España, crítico literario, escritor y, naturalmente, galdosiano. El santanderino es, junto a Marta Sanz, comisario de la exposición ‘Benito Pérez Galdós. La verdad humana’, que acaba de inaugurarse en tres plantas de la Casa-Museo Pérez Galdós en donde permanecerá abierta hasta el 15 de diciembre.
La muestra llega a las islas avalada por el éxito en la Biblioteca Nacional en Madrid, donde acumuló más de 70.000 visitas.
Germán Gullón: Sí, me ha dado una gran alegría porque tuvimos más visitas que con la exposición dedicada a Cervantes. Incluso se acercaban muchas personas para mostrar su gratitud. Es lo que tiene Galdós, que conecta con la gente. Cuando muere, treinta y tres mil personas acuden a su funeral. Hoy sigue siendo igual: vas en metro y ¡ves a gente leyendo a Galdós! En la editorial Austral van a reeditarlo porque están recibiendo muchas peticiones de demanda de sus obras.
¿Por qué eligió ‘La verdad humana’ como título para la exposición?
G.G. Me costó mucho encontrarlo, le estuve dando vueltas durante un mes, pero quería uno que le hiciera justicia y ‘La verdad humana’ implica también la aportación de su obra. Ese es su gran mensaje y lo que nos ha enseñado Galdós, que no hay otra cosa más maravillosa que lo que sentimos y en lo que creemos, nuestras verdades, que son las que nos hacen humanos y nos unen a todos, por encima de las otras cosas que se inventa la gente. El objetivo de esta exposición es acabar con la injusticia que supone el maltrato, casi a diario, al que se somete a Galdós.
Habla de hacer justicia.
G.G.- Sí, porque Galdós ha sido injustamente tratado en el extranjero y en España. Es lo más terrible, porque él es la base cultural española moderna y nadie parece querer aceptarlo. Él crea una imagen en su novela del ciudadano, del dentista, del que no tenía derechos… pone esas bases. Galdós es el ejemplo de un gran hombre que tenemos en nuestra cultura, pero desde dentro tiramos a matar, y cuando lees algunas cretinadas que salen de vez en cuando, me pregunto ¿qué ha entendido éste? ¿pero qué dice?, en fin… En Madrid tiene una calle miserable, ni siquiera una buena calle, una avenida…no, ni hablar, no llega ni a 300 metros.
Marta Sanz, también comisaria de la exposición, señala que usted tenía la exposición en la cabeza desde el principio.
G.G.- Bueno, yo quería mostrar todas las caras de Galdós y cómo llega a ser Galdós. Una parte es su familia, otras son Canarias, Madrid, Santander, Giner de los Ríos, el mundo liberal español, su vida política, el Ateneo, la vida amorosa, el teatro… Todo eso se refleja en la muestra, esa es la esencia, la vida y la obra, pero, sobre todo el contexto que le hizo ser lo que fue: un genio. Él nació con talento, sabía escribir, pintar, música, y tuvo la suerte de ir a un muy buen colegio, el de San Agustín, un colegio estupendo, cosa no común en una ciudad tan pequeña entonces, de tan solo dieciocho mil habitantes. Todo el mundo ve al escritor en blanco y negro, pero él veía en color y eso he pretendido mostrar, poner a Galdós en color.
Usted reivindica a Galdós como ciudadano moderno y posibilista.
G.G.- Él mismo lo dijo. Tenía una filosofía que creo nos vendría muy bien si la adoptáramos en España, que consistía en asumir que cuando las cosas van bien o van mal todos somos los responsables. Pensaba que, si las cosas van mal, el ciudadano tiene el derecho de expresar su opinión, que hay que actuar, reaccionar, pero no culpando al otro, sino buscando el equilibrio que nos permite una vida social rica y no conflictiva. Ahora vivimos en lo opuesto.
Galdós tuvo dos grandes admiradores, que como él eran muy tímidos: Juan Ramón Jiménez y Federico García Lorca, quienes primero pensaban y luego reaccionaban de forma coherente. Por el contrario, los que ya tienen recetas para todo lo que pasa en el mundo, te contestan con su receta, y eso no ayuda mucho.
Pronto se publica su libro por la editorial Malpaso dedicado al Galdós político.
G.G.- He hecho una antología de sus artículos políticos, que cuando se la dejé a algunos amigos para que lo leyeran me dijeron: “Anda, pero si esto es lo que yo leo hoy en el periódico”. Bueno, antes se llamaban de una manera y hoy de otra, pero no ha cambiado nada. Creo que será una pequeña bomba. También sacaré una biografía con Ediciones Valnera, que creo que es un Galdós muy distinto al que se suele presentar, visto junto a sus amigos, como Sorolla, Salas, y el trasfondo de Clarín, Giner de los Ríos, sus amores y como se va haciendo hasta el final de su vida. Lo importante es que Galdós siga vivo y que vayamos cambiando la perspectiva para verlo mejor. Para mí, lo más importante para este Centenario es que se vea que no solo era escritor, sino un autor distinto y el hombre más importante hasta 1920 en la cultura española, y han estado tirando al blanco. Genios no hay tantos.